Kiriakí 18. Por fin la Acrópolis

jueves, 29 de julio de 2010



El Estadio Panatenaico en la avenida Vassileo Konstantidinou

Después de un desayuno pantagruélico en el hotel, paramos frente al antiguo estadio olímpico, reconstruido entre 1869 y 1879. Es aquí donde se realizaron los primeros juegos olímpicos modernos en 1896. Su construcción data del s. IV a.C. A él no tenían acceso las mujeres -bajo pena de cárcel si se acercaban a menos más de 200 metros de distancia. La razón, aparte de una sociedad absolutamente patriarcal, era que los atletas participaban completamente desnudos.

Es en este punto de Atenas adonde llegó el soldado mensajero Filípides con la noticia de la victoria en la batalla que había tenido lugar 42 kilómetros al noroeste, en Maratón. La batalla (de la cual se conmemoran los 2.500 años precisamente ahora, en agosto del 2010), enfrentó a Atenas y Esparta contra los persas en la Primera Guerra Médica del año 490 a.C. Al llegar, sólo pudo decir: "Νενικήκαμεν" (Nenikékamen, 'Hemos vencido') y cayó muerto por el esfuerzo.

Nuestra siguiente parada -ya sí- fue, ¡por fin!, la Acrópolis. El sol apretaba y lo primero que hice fue hacerme con una sombrilla china -que ya tenía ganas- y sacar el abanico. Después vi lo que vi y ya no puedo contaros con detalle la inteligencia con la que está realizado cada edificio. Os dejo con las fotos para que os hagáis una idea.



Entrada a la Acrópolis: Los Propileos



El monumento a Agripa (en un tiempo rematado por cuádrigas)


El Odeón de Herodes Ático



El Erecteion



El Partenón

A continuación nos dirigimos al Museo de la Acrópolis. Este museo merece mención aparte. Reabierto hace dos años, contiene las auténticas esculturas cuyas reproducciones podemos veren la Acrópolis. Aquí es posible disfrutar, desde cerca, de la minuciosidad, belleza y agilidad de las esculturas salidas del taller de Fideas, que Pericles, en pleno siglo de oro, cinco siglos antes de nacer Jesucristo, mandó crear como agradecimiento por las victorias ante los persas. El mismo año de inicio de la construcción del Partenón, "el edificio perfecto", comenzaba la guerra que, a la postre, acabaría con este gran "pequeño mundo", la guerra del Peloponeso.

El museo reproduce, al pie de la Acrópolis, la orientación del Partenón, de manera que el visitante puede seguir los acontecimientos de la mitología reproducidos en los frisos (gigantomaquia, tauromaquia, batalla de centauros y lapitas y guerra de Troya), mientras por la ventana observa, la majestuosa colina coronada con el santuario dedicado a la diosa Atena, patrona, por méritos propios, de Atenas. Además, lo hará con el frescor que ofrece un ingenioso sistema de aireación que no consume electricidad alguna. Un aire acondicionado de manera ecológica y absolutamente eficaz.




Museo de la Acrópolis


La comida la realizamos en la Plaka, lugar semejante a los alrededores de Atocha o la Plaza Mayor de Madrid. Comemos lo de siempre, musaka, tzatziki, empanadillas de espinacas o queso feta, ensalada griega, tempura de calabacín y, lo más refrescante, la cerveza Mithos, desde ya mi favorita.



En Monasteraki disfrutando de una Mithos


Por la tarde, nos acercamos al Ágora antigua.Allí, piedra sobre piedra, se encuentra uno de los centros comerciales más completos de la Antigüedad clásica. De todo el Ágora, me quedo con el Hefesteion. No me lo traje por los problemas de embalaje.



El Hefesteion, en el Ágora Antigua

Después de andurrear por el Ágora, buscamos desesperadamente la Pnix, pero se nos resiste, así que, perdidos, llegamos a otra colina, la de Filopapo, para, desde allí, contemplar esta joya. Puede que sea lo que más me ha gustado de todo lo que vi, pero no me preguntéis por qué. Caprichos del querer.

Cena y a dormir, que mañana nos espera el golfo Sarónico.

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